jueves, 3 de diciembre de 2009

El uso de psicotrópicos en niños y adolescentes (Parte I)

El niño y el adolescente presentan cambios orgánicos y psíquicos frecuentes, por lo tanto, los trastornos que lo afectan deben recibir un seguimiento sistemático.
Según los especialistas, la terapia con medicamentos debe evaluar muy bien las dosis, los efectos colaterales y las interacciones medicamentosas.

Los principios para este tratamiento deben basarse en el cuadro emocional, en laconducta, en el desarrollo, en sus relaciones sociales y en la participación del paciente en el tratamiento.
La importancia de determinados síntomas puede caracterizar el diagnóstico de un trastorno, o simplemente ser una variación normal, verificando el impacto en el paciente o en el ambiente, los problemas sociales en la propia familia, en la escuela, en el aprendizaje, con las amistades, en los deportes y que implican un sufrimiento para el niño o una amenaza para los otros.
Los psicotrópicos son sustancias que tienen, ya dentro del organismo, afinidad por el sistema nervioso central (cerebro).

Se clasifican en psicoanalépticos – estimulantes del sistema nervioso central que provocan aumento de la actividad motora y psíquica. Por ejemplo, las anfetaminas que estimulan la vigilia (metanfetamina); los psicolépticos – sedantes del sistema nervioso que actúan en el insomnio, ansiedad, agitación psicomotora y, también, en el dolor; los hipnóticos barbitúricos (Gardenal).

Además, los no barbitúricos; los ansiolíticos, como por ejemplo el Diazepan y el Lexotanil; los narcóticos (o hipnóticos) que alivian el dolor, producen hipnosis e inducen la dependencia, como por ejemplo: morfina, codeína (naturales), metadona (sintética), heroína (sensoriales, semisintética y otros sedantes, como el alcohol y el pegamento de zapatero).
Existen, también, los psicodislépticos o los alucinógenos que causan desajustes en el sistema nervioso e inducen a la conducta psicótica.
Los primarios, que causan alucinaciones, el LSD y la marihuana (hachís), por ejemplo, son derivados de plantas y hongos (indólicos / naturales). Los derivados del peyote provienen de una planta de la familia de los cactus que produce alucinaciones visuales y, también, los anticolinérgicos.

Trastornos en el desarrollo del habla o lenguaje

Son alteraciones específicas relacionadas con la dificultad de leer, de deletrear, de establecer relaciones personales, con trastornos emocionales o del comportamiento.
No se encuentran directamente relacionados con la normalidad neurológica, con el mecanismo del habla, con un compromiso sensorial, con factores ambientales o con un retardo mental.
Se presentan con mayor frecuencia en personas del sexo masculino.
Son los siguientes:
dislalia (trastorno fonológico y de la articulación); dificultad para formar correctamente los sonidos y la organización cognitiva del habla (cambio de letras, que presenta una incidencia del 3 al 5 por ciento en los niños y del 0,5 por ciento en los adolescentes).

El tratamiento requiere de atención con fonoaudiólogos y psicopedagogos, al igual que el uso de ansiolíticos y antidepresivos cuando existe comorbilidad con estados de ansiedad o depresión. Se pueden usar benzodiazepinas y antidepresivos.
En el caso del tartamudeo, que es un trastorno en la fluidez y en el patrón temporal del habla, la incidencia es del 1 por ciento en los niños y del 0,8 por ciento en los adolescentes. El habla desordenada o jaquifemia, es un trastorno donde el paciente habla muy rápido, con alteraciones en la fluidez, presentando dificultades para su entendimiento, lo que hace necesario que se le pida que repita lo que dijo para poder entenderlo (el tartamuedeo es más común en los zurdos).

En los trastornos de la expresión – un trastorno del desarrollo del tipo de la disfasia, donde falta la palabra y el gesto completo – el vocabulario es limitado y existe gran dificultad para narrar eventos pasados. Los trastornos del lenguaje expresivo frecuentemente evolucionan a una dislexia. En general está acompañada por trastornos de la coordinación motora y con casos frecuentes de repetición escolar.
En los adultos disléxicos se debe hacer una anamnesis cuidadosa buscando trastornos de la expresión en la infancia.

Los trastornos receptivos están relacionados con un cuadro de disfasia de Wernicke del desarrollo y con la sordera verbal, sin embargo pueden reproducir correctamente notas musicales y tocar instrumentos. En general, desarrollan trastornos de la capacidad escolar y/o trastornos sociales como, por ejemplo, el aislamiento.
Los trastornos en la capacidad escolar afectan entre el 3 y el 10 por ciento de los niños. Pueden estar asociados a trastornos de la función motora, del habla, del lenguaje, emocionales, de la actividad, conducta, ansiedad y funcionamiento social. Debemos estar atentos para codificar por separado los diversos trastornos asociados, pues las conductas terapéuticas son distintas y específicas.
En este caso existe, también, la opción de tratamientos en las áreas de fonoaudiología, actividades psicopedagógicas y fisioterapéuticas, además de una medicación adecuada.
La incidencia de los trastornos del tipo de la dislexia, que es el trastorno fonológico más común en el sexo masculino, presente en 5-10 por ciento en los niños y hasta en el 18 por ciento de los adultos.
Se caracteriza por errores en la capacidad de lectura oral, tales como omisiones, sustituciones, agregados o distorsiones de las palabras o parte de ellas, inversión de las letras dentro de la palabra: habla con interrupciones, hesitaciones largas o pérdida del lugar, renglón o palabra dentro del texto.
Además, esto ocurre a una baja velocidad de lectura, provocando dificultad en la comprensión, en el análisis y síntesis de contenido, como también incapacidad para obtener conclusiones o inferencias basadas en el material leído, o prestar informaciones de conocimiento general de fondo, dando la impresión que quiere engañar al profesor sobre el material de lectura.

Los trastornos asociados a la dislexia son: ansiedad de separación, ansiedad social y reacciones fóbicas.
Es común la baja estima con dificultad para establecer relaciones con sus compañeros.
Las terapias educativas se deben iniciar en una etapa precoz, en los primeros años escolares, antes de que comience la educación formal.
Puede presentarse trastorno de la expresión escrita (dificultad en la caligrafía y para escribir en cursiva) y trastorno de la ortografía (dificultad para escribir según las reglas gramaticales elementales de nuestra lengua) además de trastorno del cálculo (dificultad para realizar las operaciones aritméticas básicas).

Desarrollo de la coordinación

La dispraxia o "niño torpe”, ocurre debido a la falta de destreza en las habilidades del desarrollo motor como: gatear, sentarse, andar, dificultad para pararse en un sólo pie, atarse los cordones de los zapatos, subirse el cierre relámpago, manifestándose, también, en la caligrafía.
Su incidencia se calcula en un 6 por ciento en los niños entre 6 y 11 años y es predominante en los niños de sexo masculino.

En el tratamiento del trastorno del desarrollo de la coordinación, se hace necesario desarrollar un trabajo psicodinámico centrado en la historia de vida de la persona, además de fisioterapia y terapia psicomotora, orientación familiar y sexual.
Debido a la dinámica neurobiológica, las experiencias motoras de la infancia precoz crean patrones de actividad neuronal, que se convierten en el modelo de los sistemas.
El cerebro organiza su desarrollo de un modo secuencial, comenzando por las regiones más bajas y reguladoras (tronco encefálico), pasando hacia las regiones más altas y más complejas de la corteza cerebral.
Por lo tanto, destaca el médico, un mayor estímulo para el desarrollo de las capacidades motoras, como: hamacarse, arrastrarse, gatear, equilibrar, caminar, correr, saltar y bailar, llevan al pleno desarrollo y organización de las redes neuronales.
Los niños con disturbios ligados al sistema límbico, al apego y a la intimidad y disturbios del lenguaje y del aprendizaje, presentan desorganización motora.
El éxito terapéutico se relaciona directamente con la aplicación de una terapia psicomotora precoz y con una mejor organización neurológica e intervención familiar.

Trastorno invasivo del desarrollo o Autismo

Es un trastorno profundo y crónico del lenguaje, con comportamientos persistentes y repetitivos, con disturbios en la interacción social, que afecta a 3 de cada 10 mil niños, y es más común en el sexo masculino.
Según estudios, no hay una relación con la situación socioeconómica del niño.
La clasificación con fines diagnósticos se basa en el grado en que se ve afectada la actividad social y la comunicación, la presencia de actividades e intereses restrictivos y repetitivos, el comportamiento de autoflagelación, aislacionismo autista e inicio precoz, siendo importante para el diagnóstico diferencial.
Se debe hacer un diagnóstico diferencial con respecto a sordera y trastornos en el lenguaje, u otros síndromes menos comunes.
Por ejemplo: síndrome de Asperger, síndrome de Rett, síndrome de Heller (psicosis desintegrativa), psicosis simbiótica de Mahler, hiperactividad con retardo mental y estereotipias, privaciones precoces (carencia alimenticia afectiva y social durante el 1º y 2º año de vida), síndrome del x frágil, etc.
Se discute si su etiopatogenia es hereditaria, o deriva de traumas obstétricos o extrema carencia en la etapa inicial de la vida.
Existen alteraciones psicológicas concomitantes, relacionadas con la dificultad de un compromiso emocional para procesar varios tipos de informaciones, al igual que una incapacidad para prever, anticipar y explicar acciones previsibles.

Tratamiento del Autismo

El tratamiento está relacionado con un ambiente de escolaridad especializado y apoyo psicológico a los familiares.
Se usan medicamentos para tratar síntomas específicos, como: carbamazepina, que actúa sobre las respuestas del comportamiento y tiene propiedades anticonvulsivantes, siendo metabolizada en el hígado.
Generalmente se administran dosis de 200 a 1.000 mg/día. Los neurolépticos: el haloperidol (0,5 - 4,0 mg/día) puede reducir el comportamiento no cooperativo, la habilidad emocional y la irritabilidad y autoflagelación. Puede usarse fenfluramina (Minifage) sólo con el objeto de reducir la hiperactividad, y también metilfenidato (Ritalina).

La risperidona para niños en edad escolar se puede usar para reducir la agitación psicomotora. La clonidina (Atesina) se usa en adolescentes autistas con hiperactividad y agresividad.
En adolescentes con depresión se usa clomipramina (Anafranil) que es un antidepresivo heterocíclico.

La fluoxetina es un antidepresivo inhibidor selectivo de la recaptación de la serotonina, cuyo nombre comercial es “Prozac”.
La paroxetina es el Aropax, que también es un inhibidor selectivo de la recaptación de serotonina.
El pronóstico del autismo es reservado, pudiendo empeorar con la edad, comenta finalmente este médico.

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