jueves, 3 de diciembre de 2009

Autismo (Parte I)

Con la mirada fija, como sin ver, repite, en forma mecánica, una misma palabra, una y otra vez.
Si le hablan no responde.
Tiene grandes dificultades para relacionarse con quienes lo rodean, para comunicarse y entender lo que le dicen.

Se trata de un chico que padece de autismo, una enfermedad que, por el momento, no tiene cura. "El autismo es un trastorno del desarrollo emocional y de la organización de la conducta. La enfermedad se caracteriza por las dificultades que presenta para la interacción social y la comunicación. Generalmente se detecta antes de que los niños cumplan los 3 años de edad.
La causa del autismo sigue siendo un misterio, pero algunas evidencias sugieren que puede deberse a factores genéticos.

Algunas investigaciones mostraron que el desorden es el resultado de niveles anormales de ciertos neurotransmisores (sustancias que transmiten mensajes entre las neuronas). Especialmente, estarían involucradas la dopamina y la serotonina.
Lo que los especialistas recalcan es que la enfermedad se debe a causas biológicas y no psicológicas, como se creía tradicionalmente. Incluso, el autismo podría estar relacionado con enfermedades infecciosas prenatales, como la rubéola congénita, con malformaciones cerebrales, o con daños producidos en el cerebro antes del nacimiento, o en los primeros meses de vida.

Lo que los médicos aclaran es que el autismo no es el resultado de una mala relación entre el chico y la madre. En 1943, Leo Kanner describió el autismo como la consecuencia de una falta de afecto debido, especialmente, a una madre fría, distante, y absorbida por sus quehaceres profesionales.
La llamó la madre heladera. Kanner cambió de idea años más tarde, pero ese concepto ya había llenado de culpa a muchos padres de niños que padecían la enfermedad.
En los Estados Unidos, esta enfermedad afecta a alrededor de 500 mil personas.
Y es más común en los varones que en las mujeres.
Si una familia tiene un hijo autista, existe entre un 2,5 y un 3 por ciento de riesgo de que el segundo hijo también desarrolle la enfermedad. Esto apoya la idea de que se debe a factores genéticos.

En la Argentina no existen datos concretos sobre el número de personas autistas, pero se estima que el porcentaje es similar al que arrojan las estadísticas realizadas en otros países, que hablan de una incidencia de un chico cada 500 nacimientos, según el Centro para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC), de los Estados Unidos.

Los primeros signos

Los primeros signos de autismo pueden aparecen cuando los chicos muestran una respuesta anormal, por ejemplo, si se los acaricia.
Además, no manifiestan la conducta típica de los niños durante el primer año de vida, como sonreír al escuchar la voz de la madre, señalar objetos para atrapar la atención de los que lo rodean, tratar de alcanzar a otros con las manos, o intentar conversaciones monosilábicas.
El niño con autismo no mantiene un contacto visual, y parece incapaz de distinguir a sus padres de personas extrañas.
Por lo general, los padres se dan cuenta de que hay un problema sólo cuando el niño tiene 2 o 3 años.
A esa edad, ya muestra muy poco interés en los demás. A veces, dado que los niños parecen no escuchar cuando se les habla, muchos padres piensan que tienen problemas de audición.
Una clave para detectar la presencia de autismo es observar su conducta durante el juego.
El niño con autismo prefiere jugar solo, y puede pasarse horas ordenando y alineando objetos, o sentado en forma silenciosa, como si estuviera en trance
.
Puede concentrarse en un objeto, y cualquier intento de que preste atención a otra cosa puede
Un niño que padece este trastorno puede permanecer completamente silencioso, o hablar muy de vez en cuando. Y cuando habla, lo que dice parece ser el eco de las palabras que dijo otra persona. Además, su forma de hablar es desordenada.

Los autistas tienen muchas dificultades para comprender el lenguaje de los demás, compartir emociones, lograr un intercambio con quienes lo rodean. Una característica de estos niños son las conductas repetitivas, como reiterar la misma frase, o el mismo movimiento del cuerpo, una y otra vez. Por ejemplo, balancearse hacia delante y hacia atrás durante un cierto lapso.
O golpear las manos, como aplaudiendo.
Algunos niños con autismo pueden volverse hiperactivos, agresivos, destructivos o impulsivos. Incluso, pueden llegar a lastimarse a sí mismos.

El desorden en la conducta de estos niños mejora, en algunos casos, entre los 6 y los 10 años de edad. Pero puede resurgir durante la adolescencia, para volver a calmarse en la mediana edad. Se considera que un 90 por ciento de las personas con autismo no pueden llevar una vida independiente como adultos.
El 10 por ciento restante enfrenta una larga lucha por desarrollar una interacción social normal. En algunos pocos casos, algunas personas pudieron obtener un título universitario, se casaron y consiguieron empleo.

Sin embargo, actualmente, los especialistas señalan que, si el problema se detecta en forma temprana, es posible desarrollar terapias que permitan que los autistas puedan tener una mejor calidad de vida.

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